martes, 13 de marzo de 2018

Cornelis de Vos

 

(Hulst, h. 1584- Amberes, 1651). Pintor y comerciante flamenco, hermano de Jan y Paul de Vos. Entró en el Gremio de Pintores de San Lucas de Amberes como maestro en 1608, siendo decano desde 1619. Son sus años de mayor éxito, convirtiéndose, a partir de 1620, en el principal retratista flamenco hasta la irrupción de Antonio van Dyck. En sus pinturas es evidente la influencia de Jordaens, y su relación con las del propio Van Dyck, especialmente en la libertad de planteamiento, no sujeto a la pesada imposición de la retratística del siglo XVI.

 Sus obras se caracterizan por el equilibrio compositivo, en las que la fuerte gestualidad de los personajes le ayuda a establecer relaciones afectivas entre ellos. A partir de 1616 se aprecia en sus retratos una evolución hacia un estilo barroco más animado y maduro, sus modelos se alejan del espectador y el tamaño de las composiciones se agranda progresivamente, evitando los modelos estereotipados en interiores. En los años previos a la década de 1630 su producción es inmensa, y existen datos de la llegada de al menos seis retratos reales de su mano a España. 

La vuelta de Van Dyck a Amberes en 1627, supuso un nuevo cambio en su obra, animándole a rea­lizar retratos de cuerpo entero, en los que confiere mayor importancia al escenario arquitectónico o natural que rodea a los personajes. A partir de 1630 vuelve a fórmulas estilísticas anteriores, para lo que utiliza composiciones eminentemente rígidas. La devaluación artística de sus últimas obras se relaciona con un cambio de gusto, ya que a mediados de siglo comienza a prevalecer el interés por los retratos de grupo a pequeña escala, en detrimento de los de cuerpo entero en los que Cornelis estaba especializado.

La otra faceta pictórica de Vos cultivada en los primeros años de su carrera fue la temática de historia. Algunas de sus obras de esta etapa demuestran un uso convencional de las formas y un tradicional sentido de la solidez. Sus primeras pinturas religiosas se caracterizan por el emplazamiento tea­tral de las figuras, la falta de tres dimensiones y la utilización de color local. La evolución estilística de este género es paralela a la que sufrieron sus retratos. En ellos la variedad de poses y la expresividad de los personajes se combinan con un sentido fuertemente plástico de la representación. 

A partir de 1630 se observa una evolución en que empieza a representarlos en escenarios naturales y a utilizar figuras de menor tamaño. Las composiciones se complican ­formal y conceptualmente y sus cuadros evolucionan hacia escenas insertas en escenarios y paisajes idílicos, muy relacionadas con el interés por lo pastoril que empapó el arte flamenco de la década de 1630, en las que el barroquismo más teatral va imponiéndose. Su enorme producción de escenas mitológicas y reli­giosas de pequeño tamaño, desti­nadas a la burguesía, inundó el mercado flamenco gracias a sus buenas relaciones con comerciantes como Crisóstomo van Immersel, y sus propias actividades comerciales.

 Especialmente importante fue la exportación de este tipo de pinturas hacia España. El gran éxito de su obra puede atribuirse, asimismo, a la colaboración con otros pintores que realizaron diversos elementos de sus pinturas. Así es frecuente la mano de Jan Wildens en los paisajes, y de Paul de Vos y Frans Snyders en los animales. Pero con quien trabajó más cercanamente fue con Rubens, con quien participó en la realización de algunos retratos para el llamado Arco de Felipe, durante la entrada del cardenal-infante en Amberes en 1635 y en la decoración pictórica de la Torre de la Parada, realizando tres escenas mitológicas, que se conservan en el Prado.

 Museo del  Prado

 

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