viernes, 5 de enero de 2018

Rafael Romero Masiá

1953  Santiago de Compostela, A Coruña


Artista extraordinariamente dotado, innovador a partir de la mejor tradición, gran conocedor de la pintura a través de los siglos, ha llegado a una obra personal, sin necesidad de estridencias ni forzados vanguardismos, que sin duda no siente. Cursó la carrera de Bellas Artes en la Escuela Superior de Santa Isabel, en Sevilla, y participó en los cursos de Paisaje de Segovia, a partir de los años 1977. 

En 1980 se trasladó a Italia, para intervenir en las actividades de la Academia de Bellas Artes Pietro Vannucci de Perugia, donde obtuvo las máximas calificaciones en grabado y pintura. Desde 1992 es profesor de dibujo artístico en la Escuela de Artes Gráficas y Diseño Maestro Mateo, de su ciudad natal. Comenzó a mostrar su obra durante la carrera, en Sevilla, en 1977. 

Ha participado en colectivas en numerosas ciudades españolas, y sus exposiciones individuales las realizó, desde 1981, en Santiago, A Coruña, Valladolid y Madrid. Obtuvo premios de la Diputación de Sevilla, del Ayuntamiento de A Coruña y de otras instituciones. En el primer Salón de Otoño, convocado por la Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora del Rosario, en A Coruña, el jurado decidió la adquisición de la obra presentada por Rafael R. Masiá. 

Ha realizado varios murales e ilustrado el libro "Galicia la inefable", de Sofía Casanova, editado en 1996. Milita en la neo figuración desde un concepto irónico en el que se acusa su admiración por artistas que van de Goya a Daumier. También, quizá, Antoni Clave. Dibujante magnífico, su obra está anegada de un clima de sugerencias, desde una paleta deliberadamente asordada, en ocres, sienas, carmines desvaídos, blancos agrisados. La figura humana se enseñorea de su trabajo, en retratos personalísimos, en los que lo que menos importa es la referencia del modelo, puesto que constituyen mundos propios.

 Su materia es leve, dicha con pincelada amplia, tendida, a base de una hábil "cocina", ya que Masiá conoce muy bien el oficio de pintor. A veces imprime a sus pinturas un leve toque romántico y como misterioso, en ámbitos de penumbra en los que emerge el cuadro en el cuadro o se insinúa una figura tan sobriamente coloreada que deja ver el soporte dibujístico. Huelga decir que esta estética contiene considerables dosis de abstracción, aunque en definitiva nunca recurra al puro informalismo. 

Sus bodegones son deliciosos, y la referencia formal es disculpa para el ejercicio fruitivo de pintar, en calidades táctiles y como brumosas, empañadas, en verdes, negros y rosas muy líricos. El post impresionismo se presiente, pero no queda al fin explícito, sino envuelto, arropado por esa mancha como áspera. El humor está sugerido. La grandiosidad de concepto preside siempre esta pintura, cualquiera que sea su formato. Y siempre, siempre, una elegancia irrefrenable se adueña del resultado, con reminiscencias del barroco veneciano, que sin duda ama este compostelano universalizante.    

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