viernes, 6 de noviembre de 2015

Camille Claudel, AMOR, ARTE Y LOCURA

Camille Claudel, 1864 – 1943


Alumna, musa, compañera modelo y amante de Rodin desde que 
le conociese y posase para él cuando apenas había cumplido 
19 años, el tiempo ha ido colocando las piezas en su sitio y hoy
 sabemos que la dimensión artística y creativa de Camille no tenía
 mucho que envidiar al genio avasallador de su maestro.
Hoy sabemos que colaboró de manera muy directa en algunas de
 las obras maestras del escultor y que éste, vencido por celos
 profesionales y por el temor a que su discípula le hiciese sombra
 en el mundo del arte, nunca la ayudó.


Decidida, valiente y directa, Camille Claudel se enfrentó a su familia
 y a su época para dedicarse con pasión a la escultura y para unirse
 al hombre del que se había enamorado. Lo pagó caro.
Tras apasionarse por su alumna, Rodin la asedió. En un primer 
momento ella esconde sus sentimientos y establece una calibrada
 distancia que pronto rompería; se entrega. Vendrían después años
 de encuentros y desencuentros. El escultor nunca abandonó a la 
costurera Rosa Beruet de la que fue amante hasta su muerte. Con
 Camille fue distinto. Tras pasiones y arrebatos, muchos intentos 
de convivencia, un embarazo y un aborto, la relación entre ambos
 quedaría definitivamente rota en 1898, catorce años después de 
haberse conocido.
A Camille las fotos nos la acercan como una mujer no especialmente
 bella. Sin embargo, quienes en su tiempo la conocieron hablan con 
admiración de su enorme atractivo. “Tenía luz”, diría de ella su
 hermano el poeta. Una luz que la vida iría apagando hasta 
oscurecerse por completo en el manicomio en el que, por razones 
poco precisas, fue internada cuando acababa de cumplir 49 años.
Por orden directa de la familia Claudel, en la mañana del 10 de marzo 
de 1913 unos enfermeros irrumpieron en su taller para recluirla en
 el centro psiquiátrico del que, pese a sus desagarradas quejas -se 
conservan muchos escritos y cartas de la escultora exigiendo que la
 liberaran-, nunca volvería a salir.


Muy afectado por la que considera situación de indigencia de Camille,
 en 1913, Paul Claudel escribe: “En cuanto a mi pobre hermana, no 
tendré más remedio que ir a París para internarla… Cuando volví, 
hace cuatro años, deliraba por completo, y lo que más me impresionó
 fue que le había cambiado la voz. Actualmente ya no sale y vive,
 con los cerrojos echados en puertas y ventanas, en un piso de una 
suciedad espantosa”.
Finalmente, en marzo de 1913, Camille Claudel es ingresada en contra 
de su voluntad en un centro de Ville-Evrard, al este de París. Pero el 
asedio del ejército alemán obliga a trasladar a todos los internos al 
manicomio de Montdevergues, al lado de Aviñón, en donde la escultora
 ingresa el 7 de septiembre de 1914 aquejada, según textualmente
 reza su diagnóstico médico, “de delirio sistemático de persecución
 basado principalmente en interpretaciones e imaginaciones falsas”.


Entre esos muros pasará el resto de su existencia. Treinta años en
 los que no dejó de reclamar su derecho a ser libre. “Hace años que
 soporto este atroz martirio”, escribía la artista hacia 1920. “No hace
 falta que describa mi sufrimiento… Respecto a mi familia no hay
 nada que hacer; bajo la influencia de unas malas personas, mi
 madre, mi hermano y mi hermana sólo atienden a las calumnias de 
que me han cubierto… ¡Me reprochan (oh, crimen espantoso) haber 
vivido completamente sola, pasar la vida con unos gatos, tener 
manía persecutoria! Sobre la base de estas acusaciones me 
encarcelaron como a una criminal, privada de libertad, privada de 
alimentos, de calefacción y de las más elementales comodidades… 
Tienen mucho interés en que yo no salga nunca de esta prisión”.


Nunca salió. A lo largo de esos treinta años largos de estancia en aquel 
manicomio, Camille Claudel se negó a dibujar o esculpir. Poco a poco 
se sumió en un doloroso silencio. Le dio la espalda a la vida con la 
esperanza, cada vez más debilitada, de recuperar la libertad.


El 19 de octubre de 1943, a los 78 años de edad, alejada de su obra y
 de su mundo, falleció en Montdevergues.
Paul Claudel que, en relación con su hermana siempre se meció entre
 la incomprensión y el remordimiento, expresó entonces: “Proscrita, a
 partir de ahora, de la plaza pública y del aire libre, la escultura, como
 el resto de las artes, se retira a esa habitación solitaria en la que el 
poeta cuida de sus sueños prohibidos. Camille Claudel es la primera
 obrera de esta escultura interior”.

.hoyesarte

Tras la ruptura entre Camille Claudel y Rodin, este último intentó
 ayudarle por mediación de otra persona y obtuvo del director de
 Bellas Artes un encargo del Estado. La edad madura fue encargada 
en 1895, expuesta en 1899, pero el bronce no fue nunca encargado
 y Camille Claudel jamás lo entregó. Fue, el Capitán Tissier, quien
 al final, encargó el primer bronce, en 1902.

El grupo evoca la indecisión de Rodin, entre su ex-amante, que
saldría vencedora, y Camille que, para retenerle, se inclina hacia
 delante. Más allá de su historia personal, Camille realiza una obra 
simbólica que conlleva una meditación sobre las relaciones
 humanas. Ella misma se protagoniza en los rasgos de un personaje 
que llama la Implorante, marcando de este modo lo trágico 
ligado a su destino
.

Alcanzada su madurez, el hombre está vertiginosamente atraído 
por la edad, mientras tiende una inútil mano hacia la juventud.
 Las figuras desnudas están envueltas en drapeados que acentúan
 la rapidez de la marcha. Las grandes oblicuas convergen en
 perspectiva. Así hablaba de ella Paul Claudel: "Mi hermana
 Camille, Implorante, humillada a rodillas, esta soberbia, esta
 orgullosa, y saben lo que se desprende de ella, en este mismo
 momento, delante de su mirada, es su alma".


musee-orsay

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